Laboral
Los trabajadores de Audi México rechazan el aumento salarial del 7% y continúan en huelga
Más de 3.000 sindicalistas votan en contra de la oferta hecha por la armadora alemana y mantienen las líneas de producción detenidas en Puebla
Las banderas rojinegras en la planta de Audi México seguirán hondeando en la factoría de Puebla. De los 4.161 trabajadores sindicalizados, más de 3.100 han rechazado la oferta de la armadora de elevar un 7% su salario para 2024 y garantizar la extensión de contratos por 12 meses para los empleados eventuales, una oferta in extremis que puso sobre la mesa la armadora alemana para intentar zanjar el conflicto laboral que estalló desde el pasado 24 de enero. El sindicato independiente de la compañía han decidido seguir peleando por un incremento de, al menos, un 10% de alza en su sueldo para este año, pese a la advertencia de la fabricante de automóviles de que continuar con la huelga pondrá en riesgo la atracción de futuros proyectos al Estado.
Después de una jornada de más de 12 horas, el sindicato ha dado a conocer los resultados de la votación: un 83% de los votantes, equivalente a 3.139 votos, rechazaron el alza propuesta del 7%, solo 632 participantes en la votación dijeron sí. Del padrón de trabajadores con derecho a votar, de 4 mil 161 personas, unas 3.778 acudieron a las urnas este viernes en el Complejo Cultural de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Así, el sindicato ha informado que continuará en pie de lucha y en huelga para conquistar el incremento del 15%. Los operadores mexicanos de esta planta, donde se manufacturan unos 700 vehículos premium al día, esgrimen que ganan 13 dólares menos por hora respecto a los trabajadores estadounidenses: “Los trabajadores estamos resistiendo por nuestra cuenta y resistiremos el tiempo que sea necesario, esperemos que pronto volvamos a negociar. No debería haber represalias, deberíamos de ser un modelo a seguir”, declaró el líder del sindicato, César Orta, al concluir el recuento de votos al filo de la medianoche de este viernes.
Para los trabajadores de Audi en Puebla no han pasado inadvertidas las alzas salariales que han conseguido los empleados de otras armadoras, principalmente de su vecino, Volkswagen, quien en agosto del año pasado aceptó un incremento de más del 8% en los salarios. Orta insiste en la brecha salarial con otros jugadores como General Motors en Guanajuato, donde el sindicato logró un ascenso de un 10% en los sueldos. El Sindicato Independiente difundió la modificación al calendario de guardias, ahora los obreros tendrán que acudir cada 14 días a vigilar los accesos en la planta en San José Chiapa.
De poco valió el ofrecimiento in extremis de la armadora de empezar a pagar a partir de la siguiente semana los sueldos caídos y de depositar los vales de despensa de enero a los más de 4.000 trabajadores, quienes desde el pasado 24 de enero estallaron la huelga. El sector automotriz estatal ya cifra en más de 10.000 millones de pesos las pérdidas para la compañía por la parálisis en sus líneas de producción. A través de un comunicado previo, Audi México advirtió de que continuar con la huelga comprometería la atracción de nuevos proyectos para la planta.
Desde las primeras horas de este viernes, un puñado de autobuses de la propia empresa trasladaron a los trabajadores al Complejo Cultural de la BUAP, donde se llevó a cabo la votación. En redes sociales se dio cuenta de las largas hileras de trabajadores esperando su turno para votar. Al rechazar la oferta de la compañía, el conflicto vuelve a su punto de partida: los empleados y directivos tendrán que volver a sentarse en la mesa de negociación para renegociar el contrato laboral.
El conflicto laboral ha suscitado un cruce de declaraciones entre los representantes empresariales locales y los organismos sindicales. El presidente del Consejo Coordinador Empresarial de Puebla, Héctor Sánchez, llamó a los sindicalizados a detener la huelga debido a que cada día sin actividad supone un descalabro de 700 millones de pesos, según sus cálculos, y aseguran que de continuar detenidas las líneas de producción se generará una inestabilidad laboral en el Estado que perjudicará la atracción de inversión extranjera directa. Desde la otra trinchera, el dirigente local de la Confederación de Trabajadores de México, Leobardo Soto, abogó por un salario justo para los miles de trabajadores de esta factoría mexicana.
Industria
Exigen destitución en la CROC tras denuncias de violencia y ruptura estatutaria
Sectores internos de la CROC han elevado la presión contra su dirigencia nacional tras denunciar presuntas violaciones a los estatutos, imposición de decisiones y uso de violencia en diversas entidades del país.
Las acusaciones apuntan a hechos ocurridos en Veracruz, Nuevo León y Jalisco, donde integrantes del sindicato afirman que se realizaron intervenciones sin apego a la normatividad interna. Según los denunciantes, estas acciones desconocieron la autonomía de las estructuras locales y profundizaron la confrontación interna.
El señalamiento más grave se relaciona con el presunto uso de violencia contra instalaciones sindicales, un hecho que, de acuerdo con expertos, rompe con los principios básicos del sindicalismo y genera un daño difícil de revertir en términos de legitimidad.
Ante este panorama, la exigencia de destitución se ha convertido en una demanda central para los sectores inconformes, quienes consideran que la permanencia del actual liderazgo agrava la crisis.
La situación coloca a la CROC ante un momento decisivo, en el que la resolución del conflicto interno será clave para su estabilidad y credibilidad futura.
Empresas
Entrar cueste lo que cueste: la estrategia agresiva de expansión de COREMEX
Empresas de distintos sectores denuncian intentos de imposición sindical mediante presión, intimidación y tácticas de aproximación cuestionables.
En distintos estados del país, empresas pequeñas, medianas y grandes han reportado patrones similares: COREMEX llega sin previo aviso, busca reunirse con directivos y plantea la necesidad de “regularizar” las relaciones laborales mediante la firma de un contrato colectivo. Cuando las empresas solicitan tiempo para analizar la propuesta o piden más información, la presión inicia. Representantes sindicales aparecen en los accesos, entregan volantes a los trabajadores e incluso organizan reuniones improvisadas para generar tensión interna. La estrategia es llevar a la empresa a una posición de incertidumbre, presionarla mediante la base trabajadora y luego presentarse como la única opción para “restablecer la paz” laboral.
La agresividad no se limita a las empresas; también recae sobre los trabajadores. COREMEX suele ofrecer beneficios inmediatos –que rara vez son reales– para atraer firmas y justificar la legitimidad de su presencia. Cuando no obtiene el apoyo esperado, intensifica sus tácticas e incluso recurre a operadores externos para generar presión. Este modus operandi ha provocado que varias empresas busquen apoyo legal para impedir la entrada del sindicato, mientras que los trabajadores quedan atrapados entre la incertidumbre y el miedo. La intención parece clara: expandirse a cualquier costo, aunque ello implique vulnerar principios básicos de libertad sindical y deteriorar la paz laboral.
Laboral
COREMEX convierte la negociación colectiva en negocio privado: presión afuera, familia adentro
En el sindicalismo, la negociación colectiva debería ser el principal instrumento para mejorar salarios, prestaciones y condiciones de vida de los trabajadores. Pero en el caso de COREMEX, denuncias de empleados y directivos apuntan a que la negociación se ha convertido en un negocio privado donde pocos ganan y muchos pierden.
El proceso es descrito por trabajadores como un ciclo perfectamente diseñad donde Se presiona para entrar en la empresa, utilizando tácticas que van desde “convencimiento insistente” hasta hostigamiento laboral. Una vez dentro, se exigen cuotas, participaciones o compromisos económicos disfrazados de aportaciones sindicales.
El manejo de esos recursos queda bajo control absoluto de un pequeño núcleo familiar e inamovible que dirige la organización.
Trabajadores señalan que COREMEX habría construido una red que convierte al sindicato en una especie de negocio hereditario: los puestos importantes se quedan en familia, los beneficios también, y la operación se dirige con mano de hierro desde la cúpula.
Incluso representantes de planta afirman que sus decisiones están limitadas a “lo que diga la oficina central”, dejando claro que la base trabajadora tiene muy poca opinión efectiva en las decisiones que afectan sus contratos.
La situación lleva a un escenario perverso: aunque la empresa incremente salarios, bonos o prestaciones, los trabajadores no siempre ven el beneficio, porque una parte significativa termina condicionada a pagos sindicales, asesorías forzadas o acuerdos pactados en oficinas donde nadie más puede entrar.
El sindicalismo se convierte así en una red de cobro, donde la organización necesita expandirse como si fuera una franquicia y donde cada empresa representa una nueva fuente de ingresos para mantener una dirección cerrada, familiar y sin posibilidad de rendición de cuentas.
Si bien COREMEX se presenta como defensor de derechos laborales, los hechos denunciados por trabajadores indican lo contrario: un sindicato que defiende a los suyos… pero no a los trabajadores.
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