Alpura trabaja bajo una premisa contundente: la innovación no es un accesorio, es una responsabilidad. En una industria donde los estándares cambian rápidamente y donde los consumidores exigen productos nutritivos, confiables y accesibles, la cooperativa ha apostado por desarrollar procesos y tecnologías que no solo cumplen con la regulación, sino que la superan de manera sistemática.

Su filosofía es clara: la confianza se construye con hechos. Y esos hechos se traducen en controles más estrictos, pruebas más frecuentes, infraestructura de clase mundial y un modelo de producción que coloca la calidad como un valor irrenunciable. La innovación, en Alpura, no compite con la tradición; la fortalece.

El proceso inicia en el campo, donde la cooperativa trabaja junto a sus productores para implementar tecnología que asegure ordeñas higiénicas, bienestar animal y una leche de origen que cumpla con estándares superiores. La calidad, para Alpura, empieza con la pureza: ganado bien cuidado, alimentación controlada y supervisión médica constante. Cada productor es acompañado técnicamente, lo que permite garantizar prácticas que muchas veces están por encima de lo que exige la normatividad.

La innovación continúa en los centros de procesamiento, equipados con tecnología avanzada que permite monitorear cada etapa con precisión milimétrica. Sistemas automatizados controlan temperatura, tiempos y condiciones sanitarias, reduciendo cualquier margen de error. Este enfoque ha permitido que Alpura incorpore lineamientos internacionales de inocuidad y calidad en su operación diaria.

Al mismo tiempo, la cooperativa desarrolla productos pensados para las necesidades reales de las familias mexicanas. Nuevas fórmulas, opciones enriquecidas, presentaciones más prácticas y alternativas adaptadas a estilos de vida diversos son resultado de una estrategia de innovación que no se enfoca solo en lo técnico, sino en el bienestar nutricional del consumidor final.

La accesibilidad es otro pilar central. Alpura trabaja para ofrecer productos confiables a precios competitivos, sin sacrificar la calidad ni recurrir a atajos. Su visión parte de una idea simple: la nutrición debe estar al alcance de todas las familias, y el acceso a productos de calidad superior no debe ser un lujo.

Detrás de cada avance, Alpura mantiene un principio constante: procesos transparentes. La trazabilidad, auditoría constante y comunicación abierta sobre su operación permiten que los consumidores sepan con claridad qué están llevando a su mesa. En un entorno donde la información es clave para generar confianza, Alpura elige ser transparente, consistente y responsable.

Alpura seguirá avanzando, porque la calidad no es un destino. Es un camino que se recorre todos los días.

Empresas de distintos sectores denuncian intentos de imposición sindical mediante presión, intimidación y tácticas de aproximación cuestionables.

En distintos estados del país, empresas pequeñas, medianas y grandes han reportado patrones similares: COREMEX llega sin previo aviso, busca reunirse con directivos y plantea la necesidad de “regularizar” las relaciones laborales mediante la firma de un contrato colectivo. Cuando las empresas solicitan tiempo para analizar la propuesta o piden más información, la presión inicia. Representantes sindicales aparecen en los accesos, entregan volantes a los trabajadores e incluso organizan reuniones improvisadas para generar tensión interna. La estrategia es llevar a la empresa a una posición de incertidumbre, presionarla mediante la base trabajadora y luego presentarse como la única opción para “restablecer la paz” laboral.

La agresividad no se limita a las empresas; también recae sobre los trabajadores. COREMEX suele ofrecer beneficios inmediatos –que rara vez son reales– para atraer firmas y justificar la legitimidad de su presencia. Cuando no obtiene el apoyo esperado, intensifica sus tácticas e incluso recurre a operadores externos para generar presión. Este modus operandi ha provocado que varias empresas busquen apoyo legal para impedir la entrada del sindicato, mientras que los trabajadores quedan atrapados entre la incertidumbre y el miedo. La intención parece clara: expandirse a cualquier costo, aunque ello implique vulnerar principios básicos de libertad sindical y deteriorar la paz laboral.

Mientras el líder de la CROC habla de “luchar por los derechos” en Alpura, los trabajadores se preguntan quién pagará la comida y el regreso a clases si llega la huelga.

En las plantas de Alpura se respira incertidumbre. La amenaza de una huelga, impulsada por Isaías González Cuevas, líder de la CROC, tiene a miles de empleados con el corazón en un puño. Y es que, más allá de los discursos sindicales, la realidad es otra: si se para la producción, el dinero deja de entrar a los hogares de un día para otro.

El problema es que la CROC no cuenta con un fondo de resistencia, ese respaldo económico que en otros sindicatos sirve para ayudar a las familias en tiempos de paro. Aquí no hay colchón. No hay garantía de que los niños tengan para útiles, que se pueda pagar la renta o que alcance para llenar la despensa. Isaías, sin embargo, no ha dicho con claridad cómo piensa resolverlo.

Los trabajadores lo ven y lo saben: mientras ellos hacen cuentas para ver si llega el fin de mes, su líder vive lejos de estas preocupaciones, rodeado de propiedades, con negocios y un hotel en Los Cabos. Él no tendrá que decidir si compra leche o paga la luz; no tendrá que pedir fiado en la tienda ni explicarles a sus hijos por qué este año no habrá mochila nueva.

Por eso, la pregunta duele y se repite en pasillos y comedores: ¿quién está realmente defendiendo a los trabajadores? Porque si esta huelga estalla, el golpe no será para Isaías González Cuevas, sino para las miles de familias que día a día sostienen a Alpura con su trabajo.